Cuando escucha los helicópteros que sobrevuelan el céntrico y lujoso Hotel Majestic de Barcelona, la mañana de este lunes de octubre vigilando las calles la mañana en que el Tribunal Supremo ha hecho pública la sentencia del Tribunal Supremo sobre procés, Aaron Paul bromea sobre la posibilidad de que estén buscando a Jesse Pinkman. Se refiere al alumno nada aventajado de Walter White, el legendario Heinsenberg interpretado por Bryan Cranston en la totémica e inolvidable Breaking Bad (2007-2013), cuyo cierre extendido, el largometraje El Camino, algo así como un episodio doble de la misma, con el doble de acción y la justa reflexión, se estrenó este viernes en Netflix.
¿Bryan” Es mi mentor, lo adoro, pero a la vez, es el tipo más inmaduro que he conocido nunca. Si tuviéramos que fabricar de verdad metafentamina juntos, volaríamos por los aires”, bromea, porque eso era lo que hacían en Breaking Bad, y lo que estuvo haciendo su personaje, Pinkman, en un cautiverio infernal, hasta que a Vince Gilligan, el director, se le ocurrió sacarlo de allí y ponerlo, además, de protagonista de una película que detalla su destino seis años después de la emisión de aquel último capítulo. “El personaje merecía un final, y yo no dudé un segundo en aceptar cuando Gilligan me llamó. No sé qué habría sido de mí sin Jesse Pinkman”, sentenciaba el sábado tras el estreno de la cinta en el Festival de Sitges,
La mañana de los helicópteros, se explica. “Mi carrera había sufrido un montón de altibajos hasta entonces. En parte creo que fue cosa del destino. Para dedicarte a esto no solo necesitas talento, también necesitas un poco de suerte. Se suponía que durante los castings de Breaking Bad yo tenía que estar en Berlín porque había protagonizado una película que se estrenaba allí. Pero no fui. Algo me dijo que no tenía que subir a ese avión. No tenía trabajo, y supongo que me quedé porque pensaba encontrar algo. Yo antes vivía en un vestidor, ¿sabes? Para ahorrar la pasta del alquiler. Ni siquiera era la habitación de un piso, era el vestidor de ese piso. Breaking Bad me cambió la vida. Supongo que si nunca me hubiese presentado al casting, seguiría siendo actor, porque actor es lo que he querido ser desde que recuerdo querer ser algo, pero estaría ahí fuera, en la lucha, con todos los demás. Breaking Bad le cambió también la vida a Vince, nos la cambió a todos. Nos permitió extender nuestras alas y mostrarle a la industria de lo que éramos capaces”, relata ahora.
Sonríe y se muestra encantador. Está sentado en un mullido sofá rodeado de cojines con el logo de Netflix. Lleva toda la mañana ahí, recibiendo a periodistas a los que da pequeñas cápsulas de información de cómo ha sido volver a interpretar al personaje que le colocó en el mapa de Hollywood (un mapa en el que, sin embargo, sigue sin despuntar: ha rodado con Ridley Scott pero en una producción menor, y toda serie en la que se involucra no tiene ni de lejos el éxito, casi irrepetible, de aquella de la que proviene). Siendo como era Pinkman un personaje acostumbrado a la réplica —generalmente con el “¡bitch!” que en la versión original tenía siempre en la boca— que no tendía a construirse a partir de sí mismo sino a partir de lo que ocurría a su alrededor, de lo que les ocurría a los demás, en El Camino se encuentra solo. ¿Ha tenido que crearlo desde algún otro lugar? “No especialmente. Porque conozco a Jesse Pinkman muy bien. He vivido cada minuto de su vida. Releí el guion cientos de veces, diseccioné las escenas. Y me vi únicamente un episodio de la serie para reencontrarme con quien era yo entonces. Fue fácil”, contesta.
Dejarse llevar
La película trata sobre tomar el rumbo definitivo de tu vida: “Jessica Jones dice que hay que dejarse llevar por la constelación de los días, pero yo opino que no, todo lo contrario”, dice haciendo una broma: su chica en la serie, Krysten Ritter, se hizo famosa por protagonizar luego Jessica Jones en Netflix. Paul apunta que él siempre ha sido “muy consciente” de cada decisión que tomaba, y que no cree haber cambiado “en absoluto” en todos estos años. “Sigo siendo el mismo”, dice.
¿Y qué hay del mundo? ¿Se está dejando llevar, o es cada vez más consciente de que si lo hace se encaminará al desastre? “No sé, vivimos un momento interesante, porque de todo lo que hacemos, queda huella, así que supongo que no tenemos más remedio que ser conscientes de nuestros actos”, responde.
Y sí, admite que hay quizá “más testosterona” en El Camino de la que había en los capítulos de la más profunda y menos maniquea Breaking Bad,pero asegura haberse sentido “cómodo” de todas formas. “Es cierto que es una película de acción, y que tiene ese momento clásico del western que es muy de tíos, pero a la vez creo que podría haber sido peor, mucho más espectacular, y mucho más dramática también. Me gusta que, en cierto sentido, sea algo más íntimo que pasa por explorar todas las capas del personaje”, concluye. ¿Lo próximo que nos llegará suyo? El mezcal Dos Hombres, producido por él y Bryan Cranston. Lo único que se ha atrevido a fabricar con Walter White.
Add Comment