Esta vez, su primera revelación se produce el 27 de enero pasado, con la llegada a Washington como testigo protegido de Leamsy Salazar, jefe de del presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado .
En su libro, Blasco revela que Leamsy Salazar, que también fue ayudante de Chávez, fue testigo de cómo el comandante, en persona, negociaba en 2006 ó 2007 con los cabecillas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de (FARC) el canje de droga por armas y material militar con el que combatir al Gobierno de Bogotá.
«El narcotráfico no lo hacen mafias, sino que está amparado y puesto en marcha desde arriba y promovido por los resortes del Estado», aseguró Blasco, quien explica la conversión de Venezuela en un «narcoestado» por el aumento de ingresos del petróleo que supuestamente dieron margen para el lavado de dinero.
Sin embargo, el periodista español afirma que en Venezuela el narcotráfico no nace originalmente para lucrar a los altos mandos militares, sino como parte de la visión geopolítica de la fraternidad de pueblos de Chávez, que tomó forma en la Alianza Bolivariana para los Pueblos de América (ALBA), impulsada por Caracas y La Habana.
«En los sueños bolivarianos falta Colombia. Entonces Chávez diseña esa ayuda a las FARC y va implicando a gente del ejército para que Venezuela sea la salida de la droga colombiana», apunta Blasco.
Dentro de esta concepción geopolítica, el libro plasma los supuestos lazos entre la Venezuela de Chávez, el grupo chií libanés Hizbulá e Irán, a través del testimonio de Rafael Isea, exviceministro de Finanzas y presidente del Banco de Desarrollo Económico y Social (Bandes) de Venezuela.
«Una de las cosas que explica el libro es el encuentro en Damasco en 2007 entre Nicolás Maduro (entonces ministro de Exteriores) y el jefe de Hizbulá, Hasán Nasralá, en el que hablaron de un acuerdo marco. Venezuela facilita la concesión de visados y pasaportes falsos a los miembros del grupo chií e Hizbulá aporta su experiencia en narcotráfico y venta de armas», apuntó.
Pero, para el periodista, en este plano internacional el papel más «distintivo» lo juega Cuba, por su «insólito» control sobre Venezuela, que hizo que Chávez en los momentos más críticos de su enfermedad recurriera a la isla, donde recibió tratamiento.
Con décadas de periodismo a sus espaldas, Blasco se niega a revelar todas sus fuentes aunque, durante la entrevista, desvela que algunas se encuentran en la Agencia Antidrogas Estadounidense (DEA) y otras aparecen con nombres y apellidos en el libro, como Eladio Aponte, exmagistrado del Tribunal Supremo de Venezuela.
Con el título «Bumerán Chávez», Blasco evoca la imagen de un bumerán que, al volver en su vuelo, rompe el espejo en el que se veía el padre de la revolución bolivariana, de forma que a su juicio se borra la imagen de Chávez como gran defensor de los pobres y pasa a ser el responsable de la gran escasez.
«A los incrédulos. Todos en algún momento lo fuimos», es la dedicatoria del libro, de 374 páginas, producto de tres años de trabajo y cuyas primeras consecuencias ya se sintieron en Caracas con la prohibición de salir del país para los 22 comunicadores que se hicieron eco de las informaciones del periodista español.
En Washington, el Gobierno estadounidense rechaza confirmar a Efe las informaciones que vinculan a altos funcionarios militares venezolanos con el narcotráfico y, en Venezuela el Tribunal Supremo de Justicia y la Asamblea Nacional han arropado y respaldado a Diosdado Cabello.
«El lector abre la trampilla y comienza a bajar los escalones -escribe en el prólogo Blasco- Acabamos de dar la luz y lo que tenemos ante la vista es imperdonable».
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