El departamento colombiano de Arauca, en la frontera con Venezuela, se ha convertido por enésima ocasión en una zona de guerra en el comienzo de este 2022. Una veintena de personas han sido asesinadas este fin de semana en medio de las violentas disputas entre disidencias de las extintas FARC y guerrilleros del ELN en una zona históricamente golpeada por el conflicto armado, con miles de habitantes en riesgo que podrían desplazarse para huir de los enfrentamientos, de acuerdo con autoridades locales. Tanto la oficina en Colombia de la Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos como la Defensoría del Pueblo han expresado su preocupación por los homicidios, amenazas y desplazamientos y han alertado de los crecientes peligros para la población civil.
La nueva oleada de violencia se produjo el fin de semana en las localidades de Tame, Fortul, Saravena y Arauquita. Las autoridades nacionales del Gobierno de Iván Duque todavía no han dado un balance oficial de víctimas. Tras un consejo de seguridad, el mandatario envió este lunes al ministro de Defensa y a la cúpula militar al departamento con el propósito de aumentar la capacidad de la fuerza pública. “Estos grupos han estado operando a sus anchas en territorio venezolano con la anuencia y protección del régimen dictatorial” de Nicolás Maduro, reiteró Duque en su declaración. Bogotá ha denunciado con insistencia que tanto las disidencias de las FARC como el Ejército de Liberación Nacional, la última guerrilla activa en Colombia, se refugian del otro lado de la línea limítrofe. El ejército, sin precisar mayores detalles, atribuyó los enfrentamientos en esos “puntos retirados del departamento” al control de las economías ilegales.
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