“Yo no vuelvo hasta que regresen las papas”, dijo Indira Silva, en un restaurante de la cadena al este de la capital Caracas. “Las hamburguesas no van con arepitas y esta ensalada que acepté no sabe a nada”, refunfuñó.
Arcos Dorados la franquicia que maneja la marca en Latinoamérica y el Caribe, dijo a través de un comunicado que su operación en Venezuela está siendo afectada por una “situación puntual de distribución” de papas, sin detallar los motivos.
La empresa mencionó que un problema similar limitó la venta de papas en Japón a finales del 2014 a causa de una huelga de trabajadores portuarios en Estados Unidos que demoró la exportación, pero no relacionó directamente ambos sucesos.
Todas las papas que se consumen en los locales de McDonald’s de Latinoamérica provienen de Argentina, Canadá o Estados Unidos, informó Sonia Ruseler, directora de Comunicaciones Corporativas de la compañía, quien declinó confirmar si la escasez se debía a un problema cambiario.
“Intentamos resolverlo lo más pronto posible”, agregó.
En los últimos años las operaciones de grandes trasnacionales en sectores como el automotriz, la medicina o el alimentario se han reducido, o incluso detenido, ante la falta de divisas extranjeras, administradas a través de un control de cambios que los empresarios dicen es lento y poco eficiente.
“Desde hace dos semanas no tenemos papas (…) son importadas de Canadá y faltan divisas”, dijo el cajero de uno de los 100 locales que la franquicia tiene en Venezuela, y quien no dio su nombre pues no estaba autorizado para declarar. Uno de sus compañeros agregó que la carencia ha afectado la clientela.
Menos de diez personas ocupaban la treintena de mesas a la hora del almuerzo en uno de los locales de la capital. La falta de papa también afectó a la popular “Cajita Feliz”.
“Seguro la papas son importadas y no hay dólares tampoco para traerlas”, comentó Patricia, de 56 años, resignada cuando su nieta Arantxa, molesta, prefirió irse a la zona de juegos al escuchar la mala noticia de la cajera.
“Sin papitas ella no va a comer”, se lamentó la abuela.
Por Corina Pons y Eyanir Chinea/Reuters
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