Esta migración está azuzada por una idea esparcida a través del boca a boca o por la publicidad de los coyotes de que venir con un niño facilita la entrada a Estados Unidos. En realidad, lo que permite que la mayoría de centroamericanos que llegan con un menor no sean deportados de manera inmediata es una norma de protección de la infancia que obliga al gobierno federal a que sea un juez de inmigración quien decida su futuro.
Una familia hondureña y otra guatemalteca que entraron a Estados Unidos en las últimas semanas sin documentos como parte de esta nueva ola migratoria cuentan en sus propias palabras por qué decidieron migrar con sus hijos.
Familia Martínez: «Si uno logra llegar, el riesgo que se corre es bien recompensado»
La Familia Martínez es de La Esperanza, en el departamento hondureño de Intibucá. Abraham (32) y su esposa Silda (29) cruzaron la frontera de Estados Unidos sin documentos con sus hijos José Eduardo y Brianna, de 9 y 3 años respectivamente. Después de algo más de dos semanas en el camino, atravesaron el Río Bravo y se entregaron a la Patrulla Fronteriza que, tras procesarlos, los dejó en libertad. Ahora esperan en Maryland, con un primo que los patrocinó ante migración, a sus cita ante una corte de inmigración donde se decidirá su futuro en el país.
Univision Noticias los entrevistó en el albergue de Caridades Católicas de McAllen cuando esperaban a tomar el primero de los autobuses que llevaría a la familia en un largo viaje de casi 2,000 millas hasta Maryland. Estos son algunos fragmentos de su testimonio de cómo tomaron la decisión de migrar en familia y cómo fue su viaje por el que cruzaron Guatemala y México hasta llegar a Estados Unidos a finales de marzo.
Sobre la decisión de migrar con los niños:
Abraham (padre):“La decisión (de migrar) surgió a raíz de que teníamos nuestro propio negocio (de celulares) y un día nos dimos cuenta cuando fuimos a abrir que nos habían robado todos los productos. Es muy difícil empezar nuevamente un negocio cuando se ha puesto bastante esfuerzo y empeño en él. Igual vimos la posibilidad de poder viajar en familia, entonces decidimos venirnos todos juntos.
La violencia también afecta bastante porque por la calle no puedes andar tranquilo. De repente te ponen la pistola y te sacan el celular o el dinero. Ya por la noche corres el riesgo que te vayan a matar o asaltar. Igual si uno tiene un negocio, te pasan vigilando si vendes o no vendes. Si terminas ganando dinero, ahí te llegan a asaltar rápido. Muchas veces se pone la denuncia y al final el que hace el asalto sabe que uno puso la denuncia y lo amenazan. (Le dicen) que si lo vuelve a hacer lo van a matar. Uno a veces no confía ni en la policía, porque la misma policía da la información al que hace eso y es más peligroso para uno.
Se escuchan diferentes historias y familiares que uno tiene en los Estados Unidos, pues lo animan a poder viajar. Pero hay personas que le tienen aprecio a uno del mismo país y le dicen que es muy arriesgado, le cuentan la historias que pasan muy ciertas, pero cuando uno quiere el bienestar para los hijos corre el riesgo de poder tomar ese camino y con la fe en Dios poder llegar bien al destino.
Costó mucho tiempo procesar la idea (de migrar) por los niños. Creo que nos llevó por lo menos un mes un o un poco más viendo si sí o no, y hablando con los niños, conversando con ellos, pues, en la inocencia de ellos, se ven muy entusiasmados que van hacia los Estados Unidos. Ellos se alegran porque por lo menos acá al llegar van a tener sus juguetes, su ropita y su buena educación, y allá es bien difícil poderle dar lo que ellos quieren.
Sacarlos de la escuela y agarrar camino es bien difícil, pero uno lo hace por ellos. Lo que queremos es que aprendan inglés porque allá una escuela bilingüe es muy cara, uno no tiene acceso a esas escuelas y la escuela pública es muy mala la educación. Entonces, uno les explica a ellos que lo hacemos por su futuro. El riesgo que se corre si uno logra llegar es bien recompensado”.
Cuando empezamos a tomar la decisión de podernos venir, empezamos a investigar qué pasaba si uno llegaba con niños, si lograba cruzar todo México y llegaba a la frontera. Entonces algunas personas nos decían que sí era más fácil, porque uno podía pasar por medio de los niños, uno podía pasar como padre”.
El viaje:
Abraham: “Cuando uno sale (de su país) no le dice a los papás o los hermanos porque el sentimiento es bastante intenso. Es bien nostálgico, uno sale llorando de la casa. Entonces uno sale sin decir nada. Se agarra el autobús y se viene. Mi familia se dio cuenta cuando ya estaba en México. Me llamaron llorando que por qué me había venido con los niños. Igual tienen que entender, les digo yo (que es) para el bienestar de nuestros hijos”.
Silda (madre):“Cuando salimos de Honduras vinimos hasta Guatemala. El primer día, ahí nos quedamos. Luego transcurrimos hasta pasar la frontera con México. Luego nos dejaron en otro lugar de México y veníamos así en carro, nos montaban a un bus y así veníamos. Cada día nos dejaban en un lugar a descansar un rato y luego en la mañana nos levantaban de nuevo”.
Abraham: “Se sufre bastante. Más que todo los niños aguantan hambre. Dormimos en el monte, los zancudos no dejan dormir. Había lugares donde nos quedábamos que no hallábamos ni tan siquiera un cartón para poder acostarnos. Entonces nos quitábamos nosotros nuestras chamarras y las tendíamos para que ellos pudieran dormir, pero nosotros no dormíamos porque teníamos que estar pendientes de ellos que estaban a la intemperie prácticamente”.
Silda: “Los niños se sentían como que venían de vacaciones, venían jugando. Uno (es el) que se complica al ver que no les puedes dar aunque sea agua. Porque a veces (el viaje) es largo y no pueden salir. En México más que todo, uno tiene que andar escondido, porque ahí si lo ven las redadas lo agarran”.
Abraham: “Hay días que (los niños) no comían, por lo menos con una galleta pasaban ellos. Entonces es muy duro como padre que el hijo le esté pidiendo comida y uno no poder darle nada. Entonces, ahí tienen que aguantar. Gracias a Dios en el camino se encuentra bastante gente y uno hace bastantes amigos, hay personas que lo alientan a uno a seguir y hay personas que llevan comida y comparten.
Uno a veces tiene que pagar para poder pasar sin problema. Más que todo se paga es el transporte autobuses, carros. A veces se paga algunos guías para poder pasar algunas zonas porque es bien complicado: por la policía federal (en México), cuando hay retén”.
La llegada a EEUU y el futuro:
Abraham: “Al llegar a la frontera, cuando nos agarró migración, dijimos que éramos familia, que no nos queríamos separar, que éramos casados y queríamos estar juntos. Nos preguntaron de dónde veníamos y para dónde íbamos. Entonces, nosotros les dijimos que íbamos para Estados Unidos a buscar un futuro mejor para nuestros niños y ahora que ya estamos acá damos gracias a Dios.
Aún no sabemos si solicitar asilo porque no nos hemos informado bien todavía, al llegar ahorita a nuestro destino queremos informarnos para ver qué opción tomamos.
A mí me dijeron que nomás al llegar, ya está el trabajo acá. Entonces yo quiero descansar un día y al siguiente día ya estar trabajando. Nuestro sueño como padres es trabajar y poder hacer nuestra casita en nuestro país y a los niños ponerlos a estudiar. Aún no conocemos dónde vamos, pero pensamos que va a ser mucho mejor que donde estábamos”.
Familia García: «La mayoría viene con niños porque dicen que es el pasaporte para cruzar»
La familia García es de Olopa, un municipio del departamento guatemalteco de Chiquimula que vive del café, una actividad fuertemente golpeada por la sequía. Alexander y su esposa Alba Luz con su hijo Elvis, de 8 años.
Tras entregarse a la Patrulla Fronteriza, a la familia la tuvieron detenida cinco días por separado: al padre lo llevaron a un lugar y a la madre y al niño a otro. Univision Noticias los entrevistó en la estación de autobuses de McAllen a principios de abril cuando esperaban a viajar a Kansas City para encontrarse con un familiar.
Por qué decidieron migrar con su hijo:
Alexander (padre): “En Guatemala no hay oportunidades de trabajo, no hay nada. Por eso uno toma la decisión porque el café nos alcanza solo para ir sobreviviendo, pero salir adelante no se puede. Uno tiene hijos, niños, y no se pueden ni poner a estudiar una carrera y por eso uno decide venirse para acá, a ver si se le puede dar un futuro mejor a ellos.
Casi toda la gente se está viniendo para acá, porque no hay oportunidades y en parte hay mucha violencia. En el barrio donde vivimos nosotros, se han quedado los niños de dos y tres años solos sin papá. Ya las mamas mejor se vienen para acá, porque tienen temor también. A lo mejor se vienen con uno y dejan abandonados unos dos allá en Guatemala con los abuelos. Nosotros antes de que nos pasen esas cosas mejor nos venimos los tres.
En Guatemala trabajábamos en el campo. Nos íbamos a cortar café donde otros que tenían más. Nosotros teníamos, pero era poco. En nuestra comunidad no hay mucha agua. A veces pasan 15 días, 8 días que uno no se puede bañar porque solo hay agua para tomar, solo para la cocina.
El café no madura ya, se seca en el palo y bota la hoja y ahí se pierde el palo, se muere. El maíz nomás crece y no produce nada, porque no se puede tirar fertilizante porque ya no llueve lo suficiente”.
El viaje:
Alexander: “Nosotros estábamos planeando con tiempo (venir a Estados Unidos). Unos dos, tres meses atrás. Nos vinimos por nuestra cuenta hasta aquí a la frontera y aquí sí recurrimos a un guía para que nos cruzara el rio y entregarnos con migración.
Fue muy duro desde que salimos de Guatemala durmiendo en el suelo, con hambre, frío, de todo. Ahí en el rio nos tocó dormir una noche en el puro campo, ahí en la orilla del rio”.
Alba Luz (madre): “Fue muy duro para mí. Es triste porque yendo, todavía no habíamos cruzado el río y nos dejaron toda la noche entera sin nada, solo con esta ropa nada más, porque ahí no lo dejan cruzar nada y nos dejaron allí en el puro campo durmiendo con espinas, zancudos, mosquitos que lo pican a uno. Es un camino muy duro, larguísimo”.
Alexander: «Lo más duro yo pienso que es desde que vinimos aquí a la frontera, ahí en Reinosa. Porque ahí conocimos a un guía que nos iba a cruzar el río y nomás nos fue a dejar a la orilla del río. Ahí se quedó solo. Nos dejó un número de teléfono y los teléfonos que traíamos nosotros no tenían señal y nos dijo: ‘A las dos de la mañana los van a cruzar’. No conocíamos ni al lanchero que nos cruzó… Solo nos dijo: ‘A tal hora los van a cruzar y ahí están listos, solo de que los crucen al otro lado ya están adentro’. A nosotros nos cobraron 1, 500 dólares por los tres por el paso en el río.
En la balsa iban 10 personas, todos con niños casi la mayoría de gente viene con niños porque dicen el niño es el pasaporte para cruzar, casi la mayoría dicen así».
La llegada a EEUU y el futuro:
Alexander: “Fue un poco triste porque nos detuvieron los de migración y nos separaron, cada quien, por su lugar. Uno pensando: ¿para donde se llevaron a mi hijo y mi esposa? Cuando nos tomaron huellas, fotos, nos tomaron juntos los tres y separados. Desde ahí no nos volvimos a ver hasta la salida… A mí me dijeron por la mañana: hoy te vas y me pusieron un grillete. Ella ni sabía, en el instante ya cuando yo estaba afuera, la fueron a levantar de donde estaba”.
Alba Luz: “Yo pensaba que ya no nos íbamos a volver a ver, porque como lo separan y como A cada quien le toman sus datos ahí, como hay veces ahí que le dicen (que) a uno van a mandar, e=al otro lo van a deportar y uno piensa lo peor. Es triste estar ahí, estuvimos cinco días separados. Ahí donde uno está durmiendo, lo levantan: ‘Arriba, arriba’ y los niños bien dormidos, nos toca levantarlos así, es triste.
No nos dejaban hacer nada, ni nuestro cabello peinar, sin bañar, ocho días sin bañar porque ahí no le dan permiso de nada, ahí ni de salir, solo encerrados, solo recibir la comida. Solo unos burritos le dan a uno. Eso es lo único que dan”.
Alexander: “Cuando recuentan a veces lo levantan a las 10 de la noche, 12 y 4 de la mañana. Yo sé que es su trabajo. Pero qué necesidad. Ellos tienen una orden de hacer eso, entonces ellos tienen que cumplirla y uno respetarla. Y uno hace lo que ellos le dicen.
A veces como entraba gente casi de noche, la mayoría de gente entraba de noche a uno lo levantaban, ya estaba acomodado, lo sacaban para afuera en el piso y les daban los colchoncitos a los que llegaban, siempre así, cada vez, y a uno lo dejaban durmiendo en el piso.
A nosotros no nos contaron cómo era el trato aquí, nos decían: ‘Con niños pasan fácil’. Algunos decían que uno o dos días los detenían y los mandaban, siempre todos los que han venido, todos los han mandado para adentro, siempre pasa pero nosotros no sé por qu´é tardaron cinco días.
El futuro:
Alexander: “Ahora vamos a Kansas City, donde mi cuñado. Tenemos que asistir a la corte este mes. Nosotros nos quisiéramos quedar, pero si el juez decide así, nos toca regresar, porque ellos deciden. Aquí lo que Dios diga, si Dios nos tiene preparado este lugar para nosotros, nos quedamos y, si no, nos vamos. No quisiéramos porque mira lo que hemos sufrido para llegar hasta aquí.
Quisiéramos poder trabajar y darle un futuro mejor a nuestro hijo, ese es el sueño que llevamos, ofrecerle una carrera para que el salga adelante ya cuando este más grande».
*Los testimonios de las familias Martínez y García fueron tomados por Lorena Arroyo y Esther Poveda.
Add Comment