Una mujer mira por la ventana de espaldas al espectador en un vídeo publicitario de la compañía Airbus. Está en una gran ciudad, y frente a ella vuelan drones de varios tamaños y formatos. En puridad, circulan, porque estos vehículos aéreos no tripulados no solo configuran una nueva fase de la aviación. El denominado tercer sector del transporte es el cielo, donde habrá que trazar rutas seguras para la gestión del tráfico urbano. La filmación se emitía este martes durante la Semana Internacional del Dron, celebrada en Ámsterdam. Era publicidad, pero también brindaba información sobre un mercado evaluado en 112.000 millones de euros, todavía sin regular, y a punto de hacer eclosión en el ecosistema de la movilidad. Es decir, en el traslado de carga y viajeros.
Para ver cómo podría ser un servicio bajo demanda de este tipo, Audi está realizando pruebas en Sudamérica en cooperación con Voom, filial de Airbus. Los clientes reservan vuelos en helicóptero en la Ciudad de México o Sao Paulo, mientras que un Audi está listo para el traslado hacia o desde el lugar de aterrizaje.
«Los servicios como este nos ayudan a comprender mejor las necesidades de nuestros clientes. Porque en el futuro, los taxis voladores atraerán a una amplia gama de habitantes de la ciudad. Con Pop.Up Next, estamos explorando simultáneamente los límites de lo que es técnicamente posible. El siguiente paso es que un prototipo de tamaño completo vuele y conduzca», señaló el responsable de Suministro de Audi y presidente de Italdesign, Bernd Martens.
La marca de los cuatro aros también ha puesto en marcha el proyecto de Movilidad Aérea Urbana en la ciudad alemana de Ingolstadt, a través del que empezará a operar en modo de pruebas un servicio de taxi aéreo, en colaboración con diferentes socios y administraciones públicas del país.
Integración y seguridad
“Estos vehículos tendrán que integrarse en entornos urbanos y en los aeropuertos tradicionales para operar con la seguridad del control aéreo. El 85% de los aeródromos de grandes ciudades están a unos 35 kilómetros del centro, y la tecnología eléctrica permitirá operar con drones porque tendrán mayor autonomía y sistemas de propulsión en el futuro. Será un mercado de miles de millones, con vehículos certificados que empezarán a introducirse en las ciudades dentro de unos cinco años. Entre 2025 y 2030, madurará una industria con retos claros: la seguridad, pero también el ruido, la polución visual y la preservación de la privacidad. Por todo ello, en Airbus que tiene 1.500 aviones en el mundo y operamos más de 7.500 helicópteros, sabemos que la entrada de estos nuevos servicios tiene que ser paulatina”, dice el ingeniero industrial español Eduardo Domínguez Puerta, director de la Unidad de Movilidad Aérea Urbana de la compañía constructora de aviones civiles.
No ha hecho falta preguntarle, seguridad y privacidad son los dos términos repetidos por expertos, políticos e industria en el encuentro holandés, y la eslovena Violeta Bulc, Comisaria europea de Transportes los ha cuantificado con crudeza. “En 2017, fallecieron 25.300 personas en la UE en accidentes de tráfico. Unos 135.000 ciudadanos resultaron heridos de diversa gravedad, y sus cuidados y rehabilitación cuesta millones de euros. Teniendo en cuenta que el desarrollo de drones es imparable, lo mejor es moverse todos juntos: investigadores, empresas y políticos. Innovación es la palabra clave, pero si no va acompañada de seguridad, no se logrará la aceptación social del dron en el entorno urbano”, ha dicho. Poco después, hacía su vuelo inaugural, a cubierto, el modelo a escala de Pop.Up Next, un taxi volador, del que Uber tiene un prototipo que asemeja un cruce entre un avión pequeño y un helicóptero. Airbus calcula que pasará una década antes de verlos en el aire. Uber querría tenerlos para 2023.
Si bien los drones marcan el paso de la futura movilidad urbana, carecen aún de regulación a escala europea. De ahí que EASA (Agencia Europea de Seguridad Aérea) y la Comisión Europea hayan preparado una serie de normas fundamentales que esperan aprobar en 2019. “La regulación debe crear un mercado europeo común para los 28 países, que respete la privacidad del usuario y contribuya a su seguridad”, según la Agencia. Para reforzar el esfuerzo normativo, ambos socios, junto con las autoridades nacionales y representantes de la industria, adoptarán este miércoles la Declaración de Ámsterdam. Entre los apartados a evaluar, figura “la obligación de implantar un chip a los drones sin piloto, usados por el público en general, para evitar el vuelo en zonas prohibidas”. “Tampoco podrán volar a más de 120 metros de altura”.
En Holanda, donde es preciso vigilar y controlar puentes o diques, un dron puede llegar mucho más lejos que un inspector. “Veremos más con los drones. Es un vehículo innovador y también un mercado lleno de oportunidades”, aseguraba de buena mañana Cora van Nieuwenhuizen, ministra holandesa de Infraestructuras y Gestión del Agua. O como dice Patrick Kay. Director ejecutivo de EASA, “es una industria en expansión y hay que estar preparado”. Adelantarse, que es el otro verbo clave del universo del dron.
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