El chavismo hábilmente ha identificado las grietas que el auge de la posverdad ha generado en las democracias occidentales y lo ha instrumentalizado como arma fundamental para permanecer en el poder
Vivimos en un mundo donde la realidad está cada vez más supeditada al relato. La irrupción de las redes sociales ha acabado con la noción de que “una imagen vale más que mil palabras”. Transitamos la cotidianidad inundados de material audiovisual, narrativas y símbolos completamente vaciados de contenido, o peor aún, cuyo contenido se ha pervertido por intereses opacos. Aunque queda quien se resista y trate de mantenerse en la senda de las evidencias y los datos probados, vemos a la posverdad imponerse, de forma irremediable en algunos casos.
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